Hace unos días veía por la televisión 300: Rise of an Empire300: Rise of an Empire, me acordé de su antecesora y cómo los espartanos se convirtieron en un fenómeno de masas. Mucha gente que no tiene por afición estos temas históricos se emocionaba al descubrir la bravura de los lacedemonios. Se sorprendían con el relato de resistencia a ultranza en el paso de las Termópilas.
La imagen de no rendirse jamás de los espartanos persiste, incluso más allá de los que nos expliquen cómics y películas. Pese a que la historia resulte atractiva, también llegó el día que estos feroces guerreros se rindieron.

Ese fatídico día llegó en el 425 a.C. en la batalla de Esfacteria durante la primera fase de la Guerra del Peloponeso (cuando Esparta se enfrentó a Atenas por la hegemonía en el mundo griego). Los atenienses enviaron una flota para combatir en Sicilia y ayudar a sus aliados en Corcira (actual Corfú) al mando de Demóstenes (este era general, no confundir con el célebre orador). Pero la escuadra fue sorprendida por un temporal y se tuvo que refugiar en la bahía Pilos, un puerto natural en el Peloponeso.
Los atenienses aprovecharon la situación para dejar un contingente en la isla de Esfacteria, que permitía controlar la entrada y la salida de Pilos. Los espartanos reaccionaron con temor a esta maniobra, ya que consideraban que las tropas enemigas eran una amenaza para su territorio. En definitiva, para responder a este peligro, decidieron retirar a las fuerzas que tenían en Atica al mando de rey Agis.

Los espartanos desembarcaron a 440 hoplitas en la isla de Esfacteria, mientras que el grueso de su ejército y la flota atacarían las fortificaciones de Pilos también en manos de los atenienses.
Demóstenes habían previsto la ofensiva espartana y trajo de vuelta a la flota para ayudar en la defensa de Pilos. Los lacedemonios fueron rechazados, su flota capturada y sus 440 hoplitas en la isla de Esfacteria quedaron aislados, lo que les obligó a pedir un armisticio a Atenas.

A partir de ahí, comenzaron 72 días de negociaciones. Los espartanos querían recuperar a sus 440 guerreros, de los cuales 120 o 180 (según la fuente consultada la cifra varía) eran espartiatas, la élite social de esta polis. Además el contingente era una décima parte del total del ejército lacedemonio, que no contaba con abundantes recursos humanos.
Mientras que en Atenas comenzó un debate sobre si aceptar o no la oferta de paz espartana (que contemplaba el retorno de sus hoplitas). Cleón lideró la oposición al acuerdo, y quería mantener a los guerreros enemigos como rehenes. También pedían compensaciones territoriales como el puerto de Megara.

Aunque había el temor que los hombres atrapados en Esfacteria consiguieran escapar pese al férreo control marítimo de los atenienses; una opción que crecía en credibilidad cuando los espartanos disminuyeron su interés por negociar. Finalmente, en Atenas se decidió por pasar a la acción y se dio el mando de las tropas a Cleón y a Demóstenes.
Cleón prometió obtener la victoria en 20 días, y “o bien traería vivos a los espartanos o los mataría allí mismo”. Por su parte, los hombres de Demóstenes habían causado un fuego en la isla (intencionado o no, es tema de discusión), lo que privó a los hoplitas lacedemonios de la protección de los bosques. El resto de la estrategia ateniense consistió en desembarcar una fuerza de 800 hoplitas, 2000 psiloi (soldados de infantería ligera) y entre 7.000 y 8.000 remeros de la flota.

Los espartanos se encontraron con pocas opciones, su orgullo guerrero les pedía salir a enfrentarse a los hoplitas enemigos, pero las tropas ligeras del enemigo los acosaron aprovechando el terreno accidentando de la isla y les causaron importantes bajas. Ante la imposibilidad de alcanzar a sus oponentes, el comandante espartano Epitadas planteó una defensa en el centro de la isla.
Los atenienses controlaban el terreno pero no podían ir a por sus enemigos sin arriesgarse a un sangriento choque. A su favor, tenían el paso del tiempo y los espartanos comenzaban a estar muy debilitados por la falta de suministros. Cleón y Demóstenes no querían una carnicería y preferían capturar a sus enemigos, lo que sería un mayor triunfo. Por lo que hicieron una oferta de rendición.

El comandante espartano no quiso tomar la responsabilidad de rendirse, y envió un mensajero a Esparta para pedir instrucciones. La respuesta devolvía la pelota del peso de la decisión a los hoplitas de la isla, quienes ante tan desesperada situación y por la falta de suministros decidieron rendirse. De los 420 que había en Esfacteria, 128 murieron. Los 292 restantes fueron llevados a Atenas, en una gran victoria propagandística.
Las polis quedaron conmocionadas por la rendición de los irreductibles espartanos. “A los ojos de los griegos fue el acontecimiento más inesperado de la guerra”, escribe Tucídides en su libro Historia de la Guerra del Peloponeso. Por el contrario, y aún quedaban más de 20 años de conflicto, Esparta se haría con la victoria.
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