Como sé que no podéis esperar más, os dejo la segunda parte de mi listado sobre las grandes derrotas de Roma. Como llegamos a las posiciones de cabeza, aquí encontraréis batallas más ‘mediáticas’, y recordad que no se trata de una simple cuantificación de bajas, sino que busco resaltar aquellas que supusieron algún cambio en la marcha del Imperio o la República. Por si Google te ha traído hasta aquí, o necesitas refrescar la memoria, aquí tienes la primera parte.

5. Batalla de Carras (53 a.C.): aquí 40.000 romanos (unas 7 legiones) fueron masacrados (20.000 muertos y 10.000 prisioneros) por 11.000 jinetes partos. Vamos, una paliza con una cuarta parte de efectivos. Eran los años del primer triunvirato, el que formaron Julio César, Pompeyo, y Marco Licinio Craso. Este último era el hombre más rico de roma, el malo de la peli de Espartaco y el responsable de esta debacle.
Plutarco nos dice que Craso se lanzó a la invasión de Partia (territorio de los actuales Irak/Irán) impulsado por la avaricia y sin el permiso del Senado. Historiadores más modernos consideran que al patricio no le faltaban riquezas y deseaba un triunfo que le equipara en prestigio a Pompeyo y César; sus victorias sobre Espartaco y como comandante de Sula quedaban lejanas ya que habían sido en el 71 a.C. y el 83 a.C. Además, los romanos estaban convencidos de su superioridad militar tras una serie de campañas contra las potencias de Oriente.
Craso tenía como aliado a Artavasdes, rey de Armenia, quien le ofreció atacar a los partos desde el norte. El romano rechazó este ofrecimiento porque quería atacar directamente por el desierto sirio y conquistar de manera fulminante las ricas ciudades de Mesopotamia.
El rey parto, Orodes II, decidió castigar a Armenia por su apoyo a los romanos. Mientras que envió a su general Surena con 9.000 arqueros a caballo y 1.000 catafractos (caballería pesada donde jinete y montura llevaban armadura) para hostigar el avance de Craso.
Las cosas comenzaron a pintar mal para los legionarios. En su avance por el desierto los guiaba Ariamnes, líder de la región de Osroene, antiguo aliado de Pompeyo, pero que había cambiado sus lealtades en secreto gracias al oro parto. Les hizo cruzar las zonas más crudas del desierto donde no había fuentes de agua.
Cuando las legiones de Craso llegaron a Carras, se encontraron con las tropas de Surena. El patricio ordenó formar un gran cuadro con 12 cohortes en cada lado, y que comenzara el ataque de inmediato, desoyendo el consejo de sus oficiales que aconsejaba hacer descansar a los soldados frente a un enemigo que no se atrevería a atacar en inferioridad numérica.
Pronto se vieron las carencias en el despliegue romano. Los arqueros a caballo partos comenzaron a hostigar a los legionarios, que intentaban sin éxito trabar combate cuerpo a cuerpo. Si optaban por la clásica formación de testudo para protegerse de los proyectiles, quedaban expuestos a la carga de los catafractos, y si se replegaban volvían a ser víctimas de las flechas.

Los arqueros partos combinaban tiros rectos y elevados en una lluvia constante de flechas, lo que hacía inútiles los esfuerzos romanos para protegerse con sus grandes escudos. Además, habían sido precavidos con los suministros de proyectiles, y tenían una reserva enorme.
Craso envió a su hijo Publio con los guerreros galos para intentar ahuyentar a los arqueros, pero acabó rodeado. Al verse en tal situación, el vástago hizo un gesto tan propio de los romanos como era suicidarse cuando las cosas pintaban mal.
El general romano ordenó un avance para ayudar a su hijo (aún no sabía que había muerto), pero la infantería romana se vio rodeada y acribillada por los partos. Para culminar este momento dramático, los hombres de Surena clavaron la cabeza de Publio en una lanza y se la enseñaron a los alemanes. Así se llegó al final del día, con ambos mandos replegándose por la llegada de la noche.
Al día siguiente, Surena propuso una tregua. Ofreció a los romanos volver a Siria seguros, si Roma se retiraba de todos los territorios al este del Eufrates. Pero hubo un incidente durante las negociaciones y Craso y sus oficiales fueron asesinados. A partir de ahí, las legiones comenzaron una huida en desbandada, siendo acosados terriblemente por la caballería parta.
Curiosamente, Surena fue ejecutado por su rey que estaba celoso de aquella victoria espectacular. Para Roma, la muerte de Craso fue una de las causas que supuso el final del triunvirato y el inicio de la guerra civil entre César y Pompeyo, su presencia hasta entonces, los había contenido.
Por último, a esta batalla le rodean una serie de mitos como que fue la primera vez que los romanos vieron la seda, las banderas partas estaban hechas con este tejido que brillaba al Sol. También propició el mito de la legión perdida que llegó a China, pero de eso ya hablaremos otro día.

4. El saqueo de Roma por Alarico (410 d.C.): aquí tenemos otra de las derrotas donde importa más el simbolismo que la sangre que se derramó. Desde Adrianopolis (que analizo en este mismo post), los godos se habían convertido en foederati y fueron utilizados como fuerza de choque en la campaña del emperador Teodosio contra Eugenio que no reconocía su soberanía sobre la parte occidental del Imperio.
Teodosio se alzó con la victoria en la batalla de Frigidus, en el 394, los godos lucharon bajo el mando de Alarico I, quien recibió importantes reconocimientos pero quedó profundamente disgustado porque consideró que sus hombres habían sido utilizados como carne de cañón (bueno, quizá deba decir de balista). La mitad de los visigodos murieron en combate.
Un año después moría el emperador Teodosio y el Imperio se volvía a dividir. Alarico consideró que el pacto ya no tenía efecto con el fallecimiento del César. A partir de aquí, comienza una época de enfrentamientos entre los godos y los romanos orientales, dirigidos por el hábil Estilicón.
Estilicón consigue una serie de pactos con los visigodos de Alarico y los mantiene a raya. Por motivos de espacio del post, que ya me estoy desmadrando, no me extenderé en esta época tan turbulenta para la política del Imperio Romano.

Estilicón muere en el 408, y su sucesor Olimpo desencadenó una política antigermana. Muchos visigodos murieron a manos de tropas romanas lo que acabó provocando que Alarico invadiera Italia y marchara sobre Roma en varias ocasiones, aunque solo saqueó los campos circundantes, mientras seguía el juego de poder con el emperador occidental Honorio, que había trasladado la capital a Rávena (más fácil de defender ante un ataque bárbaro).
En el verano del 410 d.C. Honorio volvió a enfrentarse a Alarico, quien a la tercera ocasión se decidió a saquear definitivamente Roma. Para los baños de sangre que suponían estas acciones (remember Cartago), los visigodos se contuvieron bastante, y podemos decir que la violencia fue contenida; por ejemplo, sería mucho peor el ataque de los vándalos en el 455.
Como he dicho, Roma había dejado de ser la capital del Imperio, pero seguía teniendo un gran valor simbólico. El ataque de Alarico causó una profunda impresión. Además, el líder godo capturó a la hermana del emperador Honorio, Gala Placídia. La ciudad no había caído desde el asalto de los galos, hacía 800 años. Además, la ausencia de una resistencia militar romana demostraba que el Imperio Romano vivía una auténtica descomposición, de hecho, le quedaban poco más de 66 años de vida. Quizá pueda parecer mucho tiempo, pero estaba claro que la parte Occidental ya no era una potencia, y estaba a merced de los bárbaros.

3. El bosque de Teutoburgo (9 d.C.): estamos ante una de las emboscadas más importantes de la Historia, incluso hay quien afirma que la cambió. Aquí cayeron tres legiones junto a sus tropas auxiliares, además fueron capturados sus estandartes, las águilas, toda una afrenta para Roma. En total, entre 16.000 y 20.000 soldados de Augusto perdieron su vida en ese bosque germano.
El responsable de este furor bárbaro contra los romanos iba a ser Arminio. Era hijo de un líder de la tribu germana de los queruscos, quien había sido educado en Roma, muy particularmente en sus artes militares, ya que este pueblo servía en ocasiones como auxiliares.
Augusto había ampliado los dominio del Imperio hasta el Elba. Pero era una soberanía nominal, ya que sus habitantes no estaban muy por la labor de someterse así como así a Roma.
El encargado de asentar la romanización de esas tierras al otro lado del Rin iba a ser Quintilio Varo, un personaje de dudosa reputación militar pero con gran habilidad para trepar en la élite del Imperio. Consiguió casarse con dos sobrinas nietas del mismo Augusto: Vipsania Marcela y Claudia Pulcra. Esta buena posición le valió para ser gobernador de Siria, cargo que aprovechó para engrosar sus arcas personales, y en el 6 d.C. fue nombrado gobernador de Germania.
Arminio fue designado como ayudante de Varo para asesorarle en la pacificación de su territorio de origen. Pero el caudillo querusco tenía su propia agenda: negociar con las otras tribus germanas para expulsar a los romanos.

Durante la campaña del verano del 9 d.C., Arminio convenció a Varo de que había estallado una rebelión en el norte de Alemania. No le resultó difícil urdir el engaño ya que el se encargaba de explorar para el ejército romano. En realidad, era todo una trampa, y las tribus germanas estaban esperando a los romanos en la colina de Kalkriese, en el citado bosque de Teutoburgo (hasta 1987 no se localizó el lugar exacto de la batalla).
Tenemos dos explicaciones posibles para lo que sucedió aquellos días en el bosque de Teutoburgo y que Jacinto Antón recogió en este interesante artículo. La tradicional era a los fieros germanos atacando sin piedad a los legionarios en los frondosos bosques durante una sangrienta jornada, sin que estos últimos pudieran hacer valer la superioridad de sus tácticas que tan buen resultado les daba a campo abierto.
La segunda explicación está más aceptada hoy en día por los historiadores. El ejército romano de tres legiones más auxiliares se había desplegado en una extensa columna que abarcaba 15 kilómetros. Los germanos fueron desgastando y aislando a los legionarios y otros soldados en pequeños contingentes durante varios días, y al final se produjo una gran masacre en otro 11 de septiembre que ha pasado a la Historia.
La derrota conmocionó a Roma y se ilustra con una supuesta frase de Augusto: “¡Quintilio Varo, devuélveme a mis legiones!”. Aunque hubo venganza imperial, lo cierto es que la emboscada de Arminio frenó la expansión romana en Germania. La frontera se fijó en el Rin, lo que propició también marcar los límites entre la cultura germana y la latina, es decir, configuró el destino de Europa. A modo de ejemplo, seguramente, sin Teutoburgo, hoy los alemanes hablaría una lengua romance.

2. La batalla de Adrianópolis (378 d.C.): parecía que la crisis del siglo III se había superado (recordad algunas batallas que vimos en la primera parte como Edesa o Abitro), en buena parte gracias al gobierno de emperadores con un liderazgo muy enérgico como Aureliano, Diocleciano o Constantino.
En Adrianópolis volvemos a encontrar a los godos. Algunos historiadores la han considerado el ocaso definitivo de las legiones romanas y el inicio del tránsito de la Antigüedad a la Edad Media. Entrando más en detalle, en el último tercio del siglo IV, los pueblos bárbaros comenzaron a presionar en la frontera del Danubio, en parte, como consecuencia del avance huno desde las estepas euroasiáticas. Los emperadores habían decidido incorporar a algunos de estos pueblos con el estatus de foederati, se les permitía establecerse en el Imperio a cambio de prestar ayuda militar en la defensa del limes.
Los godos, dirigidos por Alavivo y Fritigerno solicitaron este status en el año 376 d.C. Los romanos aceptaron pero se aprovecharon de los godos esclavizando a un buen número de ellos, y no cumpliendo con lo pactado en lo que se refiere a suministrar alimentos a la población. Conviene recordar que cuando decimos que alguno de estos pueblos llegaba a las fronteras era más bien un movimiento migratorio incluyendo a mujeres, niños o ancianos, y no tanto una fuerza de invasión compacta.
Como decía, las autoridades romanas vieron en la llegada una buena ocasión de enriquecerse con el tráfico de humanos. Pero lo hicieron de manera muy cutre, y se preocuparon más en buscar mujeres hermosas o trabajadores útiles que en desarmar a los guerreros que también venían con toda esa gente. Asimismo, sólo se había autorizado a entrar a los godos trevingios, pero para controlar su paso por la frontera, se habían dejado desguarnecidos otros puntos del Danubio, hecho que aprovecharon los godos greutungos para adentrarse en el Imperio.
La situación era insostenible. Estallaron disturbios en la ciudad de Marcianopolis donde estaban buena parte de los tervingios, donde el gobernador ejecutó a parte de los líderes godos, pero Frigiterno sobrevivió al convencerle de que podía calmar a los suyos. Pero ya era tarde. Los germanos estaban más por la labor de saquear Tracia y no hacer caso ya a las promesas romanas. Además, se envalentonaron con la llegada de los greutungos y otros grupos de alanos y hunos que acudieron ante la posibilidad de un botín fácil en Tracia.
Fritigerno decidió pasar al ataque, aunque sabía que sus hombres eran limitados en la guerra de asedio y no podía aspirar a conquistar territorios. Esperaba intimidar militarmente a los romanos y que estos aceptaran negociar.

Pero el emperador Valente había conseguido firmar la paz con los persas tras un largo conflicto, y decidió dar una respuesta contundente a esos bárbaros que estaban causando tantos problemas.
El verano de 378 d.C. Valente, emperador oriental, ya había reunido un ejército para enfrentarse a los godos. Pero las cosas empezaron mal para los romanos. Sus patrullas calcularon a la baja el número de enemigos, creyeron que había unos 10.000 (cuando la cifra era mucho mayor, según la fuente era entre tres y diez veces mayor). Esta información errónea animó a los mandos romanos que querían atacar sin esperar a las fuerzas del sobrino del césar occidental, Graciano el Joven.
El 9 de agosto, el ejército romano se desplegó ante el campamento de los godos. Ambas fuerzas estaban muy cerca, y las caballería romana comenzó una serie de escaramuzas por su cuenta (en uno de los momentos de mayor confusión), pero acabó propiciando combates en toda la línea de frente, cuando la infantería romana aún no se había desplegado adecuadamente, y recordad que en la Antigüedad un ejército sin orden podría darse por muerto.
Los jinetes bárbaros pusieron en fugar a la caballería romana que dejaron expuestos a los legionarios que iban a pie. La infantería fueron rodeados y con las líneas demasiado apretadas como para poderse desplegar adecuadamente, lo que supuso la masacre de dos tercios de aquel ejército (de un total de unos 15.000), entre ellos 35 tribunos y el propio emperador Valente.
Pero la consecuencia más grave para el Imperio Romano fue que quedó patente que el modelo foederati ya no funcionaba, aunque se mantuvo nominalmente. Como dice el historiador Alessandro Barbero, el problema no fue la llegada de inmigrantes, sino que esa civilización no supo aprovechar la oportunidad que eso suponía, y una mala gestión acabó propiciando la tragedia.

1. La batalla de Cannas (216 a.C.): seguramente la batalla que necesite menos presentación de este listado. El gran triunfo del general cartaginés, Aníbal Barca. Con una fuerza de unos 50.000 soldados rodeó a unos 86.000 legionarios y auxiliares, matando a buena parte de ellos (las cifras bailan entre 53.000 y 75.000) y capturando a unos 10.000. Además murieron el cónsul Emilio Paulo y 80 senadores.
Fue durante la Segunda Guerra Púnica, con la célebre campaña de Aníbal en Italia. Se trata de la maniobra de envolvimiento más estudiada de la Historia. Los mercenarios hispanos y galos simularon que cedían para hacer avanzar a los romanos, mientras que los soldados africanos de Cartago completaban el cerco a las legiones.
Para algunos genios militares posteriores al cartaginés, como Napoleón o Von Clausewitz, se trató de una acción excesivamente arriesgada, donde acabó pesando la suerte. Para otros, como Schieffen, eran dignas de admiración y en su célebre plan de ataque a Francia trató de emularla a gran escala, aunque centrándose en el envolvimiento por un solo flanco.
¿Por qué la he escogido para ser la primera de la lista? Como dije al principio del post anterior, no me he guiado por criterios cuantitativos de elegir el mayor número de bajas. Insisto en que me he centrado en la importancia histórica, y esta batalla fue triunfo y tragedia, para Roma y para Cartago.
La derrota causó un profundo temor en Roma en los instantes posteriores. Había pavor ante un posible asalto de Aníbal, pero al final no lo hizo, seguramente, por la falta de efectivos para asediar una ciudad de esas proporciones. Hubiese sido muy diferente si el Senado de Cartago le hubiese enviado refuerzos significativos justo después de Cannas.

Otras de las batallas que he descrito en este listado no tuvieron la ocasión de cambiar la historia de este modo. Los galos que atacaron Roma en el 390 a.C. o los Cimbrios que lo podrían haber hecho a finales del siglo II a.C. no tenían intenciones más allá del saqueo. Si jugamos a la ucronía, otras derrotas posteriores, como el asalto de las tropas de Alarico o el intento de Atila, hubiesen podido haber derrumbado al Imperio, pero la huella de la romanización ya se había extendido por el Mediterráneo.
Pero Aníbal tuvo en su mano cambiar la Historia en el momento preciso. Es decir, si el cartaginés hubiese tomado Romano, o el Senado y el pueblo hubiesen optado por la rendición, hoy el mundo sería algo totalmente distinto ya que se hubiese cortado las alas a ese expansionismo.
Visto desde la perspectiva romana, esta derrota les enseñaría a ser un Imperio. Otro facto que para mí demuestra su importancia histórica. Les haría ver el poder de sus inacabables recursos humanos con los que podrían contrarrestar el genio de Aníbal y la veteranía de sus soldados en Italia. Pero también, les enseñó que la clave era no rendirse y mostrar obstinación. Cualquier otro estado hubiese pedido negociar con Cartago tras una derrota como Cannas, y las anteriores (Tesino, Trebia y Trasimeno), ya que había perdido un tercio de sus efectivos. A partir de la Segunda Guerra Púnica, Roma iba a luchar todas sus guerras hasta las últimas consecuencias.
Una muestra de lo que Roma aprendió en Cannas es la propia campaña que acabaría llevando a cabo Escipión el Africano. Primero en Hispania, contra las bases de recursos humanos y materiales de Cartago, y donde pudo foguear a sus soldados. Luego, llevando la guerra al territorio del enemigo, pero teniendo las ideas más claras y sabiendo qué hacer una vez conseguida la victoria en Zama.
Aunque Cannas es la derrota romana por antonomasia, siento especial predilección por la batalla del bosque de Teutoburgo. Imaginarse un legionario romano en un bosque de la Germania, aislado y que, de repente, de la espesura del bosque te ataquen cientos de tropas germanas en una emboscada de la cual no puedes escapar. Es una masacre donde aquellos que sobrevivían quedaban perdidos en el bosque a la espera de ser cazados por sus enemigos.
Es significativo que muchos de los protagonistas que infligieron derrotas a los romanos habían sido educados en la cultura romana, o habían vivido en ciudades romanas en su juventud o incluso habían formado parte del ejército romano, como aliados, auxiliares o como legionarios.
Ya que lo comentas, me gustaría proponer un futuro post sobre que hay de realidad en ciertos mitos de la antigüedad como la legión perdida de China, la desaparición de la IX Legión, etc.
Gracias, las legiones perdidas es un tema pendiente, pero tras estos dos posts sobre Roma necesito un tiempo de recuperación 🙂
Retírate unos días a Rávena a descansar antes de volver con otro artículo en el blog
No es mala idea hacer unas vacaciones imperiales
Brillante exposición!!! Felicitaciones. Soy MSc. en Historia Militar
Hola, José. Muchas gracias por tu comentario, me alegro que una persona con tu formación valore el post de manera tan positiva.
extraordinary background information managenment… It’s time for the top ten victories that change the course of western civilitation!
Thank you Anibal! I will make the post that you suggest. But we have a great book about these battles. Do yo know Carnage and culture from Victor Davis Hanson?