La Noche Triste: Hernán Cortés tiene su Black Hawk Derribado en Tenochtitlán

La madrugada del 30 de junio al 1 de julio de 1520, Hernán Cortes y los suyos lo pasaron realmente mal cuando se retiraron de la capital azteca de Tenochtitlán. Este evento se conoce como la Noche Triste. Es el momento de la conquista de México que siempre me han llamado más la atención. Los españoles y sus aliados tlaxcaltecas intentando salvar el pellejo en la oscuridad y bajo una fuerte lluvia, mientras que los aztecas actuaban con total determinación para acabar con esos tipos tan raros que habían venido de tierras lejanas y que en un primer momento habían confundido con dioses.

Vamos que se montó una buena escabechina con más de 600 españoles muertos (según Bernal Díaz del Castillo, aunque su obra despierta no pocas controversias) y unos novecientos aliados tlaxcaltecas, más las bajas de los aztecas, que en aquella choque no se llevaron la peor parte. Combate sin cuartel en una ciudad enorme, sin comparación a ninguna que los europeos pudiesen haber visto. En comparación, la historia de Black Hawk Derribado sobre la batalla de Mogadiscio de 1993 quedó en casi un juego de niños.

En la serie Carlos, Rey Emperador los hechos se han retratado de una manera un tanto buenista, y sin dejar patente el dramatismo que se vivió en la Noche Triste. Así que con este post voy a intentar arrojar un poco de luz sobre los hechos.

Recorrido de la expedición de Hernán Cortes. (Fuente: Wikimedia).

Tras haber desembarcado en la costa de México, fundar Veracruz y montar la escena de varar las naves (no, no las quemó), Cortés y sus hombres comenzaron a avanzar en territorio azteca. Consiguieron la alianza de Tlaxcala, que con sus miles de guerreros a las órdenes de los conquistadores castellanos serían claves para explicar la conquista de México (lo de conseguirlo con unos pocos centenares de hombres es otro mito). Antes, también se les habían unido los totonacas, se trataban de pueblos enemistados con los aztecas y que vieron con buenos ojos la llegada de los europeos.

Hubo varios choques iniciales como la masacre de Cholula, pero Hernán Cortés y los suyos llegaron a Tenochtitlán el 8 de noviembre de 1519. El emperador azteca, Moctezuma II, creía que se estaba cumpliendo la llegada del dios Quetzalcóatl y los recibió con todos los honores. Pero una parte de la aristocracia local no veía con buenos ojos la sumisión de su soberano a los recién llegados.

Moctezuma y Hernán Cortés se encuentran en Tenochtitlán. (Fuente: Wikimedia).

Cortés también tenía sus propios problemas con el gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar, quien no soportaba que lo hubiera desobedecido y envió a Pánfilo de Narváez con 1.400 hombres, 80 jinetes y veinte cañones para que arrestara al conquistador y lo devolviera a la isla.

Hernán Cortés dejó Tenochtitlán con 300 soldados y 400 indios para hacer frente a Pánfilo. Pero no buscó la lucha armada, sino que se ganó la lealtad de buena parte de los hombres que, en teoría, habían venido a capturarlo. Así consiguió triplicar las fuerzas con las que había desembarcado el año anterior.

Pintura del Códice Durán que muestra la matanza del Templo Mayor. (Fuente: Wikimedia).

Pero en Tenochtitlán, las cosas comenzaron a complicarse. Pedro de Alvarado se había quedado a las órdenes de todo aquello, quien comenzó a ponerse nervioso porque los aztecas cada vez se mostraban más hostiles. Además, los indios aliados le comieron la cabeza asegurando que estaban preparando una conjura contra los españoles.

Alvarado creyó que tenía que dar un escarmiento como en Cholula, y ordenó el asesinato de los 600 señores principales de la nobleza mexica cuando estaban reunidos en el templo principal de la capital. Aún se discute si el capitán español actuó por miedo, con imprudencia o fue un psicópata. Aquello fue lo que necesitaba la población para rebelarse contra los invasores que cercaron los cercaron en el palacio de Axayácatl.

Maqueta del recinto del Templo Mayor de Tenochtitlán. (Fuente: Wikimedia).

El 24 de junio de 1520, Cortés regresa a la ciudad. Los españoles estaban completamente rodeados en una ciudad con decenas de miles de enemigos muy hostiles. Los mantenían a raya a gracias a la artillería pero pese a la habilidad política que Cortés había demostrado desde su llegada a México, ahí cometió un grave error táctico. El líder conquistador había metido a todas sus fuerzas en un terreno desfavorable como era Tenochtitlán y habían quedado cercados. Sus aliados de Tacuba le habían advertido que se quedara fuera de la capital azteca, ya que podría defender mejor su posición.

Pero Cortés se aventuró a entrar en Tenochtitlán porque allí tenía el tesoro, a Moctezuma y a Alvarado con parte de sus mejores hombres. Con los refuerzos que había conseguido al incorporar a las tropas de Narváez, estaba confiado de poder controlar la situación en una ciudad que había tenido a sus pies durante meses. En un primer momento obliga a Moctezuma a dirigirse a la multitud para calmarla. Pero el emperador fue apedreado por su pueblo y herido mortalmente. Los aztecas habían elegido a un nuevo líder: su hermano Cuitláhuac. Ahí se esfuma el proyecto del conquistador castellano de hacerse con ese imperio prácticamente sin luchar, convenciendo a sus líderes para que se convirtieran en vasallos del rey de Castilla.

Tenochtitlán y sus calzadas. (Fuente: Wikimedia).

Como os he dicho, la situación en el cerco era insostenible. Así que decidieron abandonar Tenochtitlán con el tesoro. Se repartió el oro y las joyas entre los soldados (reservando el quinto que correspondía a Carlos V, y el del propio COrtés). Las tropas tenían que avanzar a través de la calzada de Tacuba que salía hacia el oeste. Era necesario de cruzar siete canales. Aprovecharon la noche y la fuerte lluvia, la intención era marchar lo más sigilosamente posible para no atraer la atención de los aztecas.

Los castellanos y los tlaxcaltecas consiguieron llegar hasta el cuarto canal sin ser vistos. Allí una mujer los vio, y dio la voz de alarma. Entonces, los aztecas comenzaron su ataque. Desde las canoas en el lago Texcoco, los guerreros mexicas lanzaban sin cansarse flechas y piedras. La noche se llenó del ruido de tambores que llamaban a atacar al invasor.

La batalla de la Noche Triste. (Fuente: Wikimedia).

Pese al duro hostigamiento, la vanguardia de la columna –al mando de Diego de Ordás y Gonzalo de Sandoval– y el centro –con el propio Hernán Cortés- llegaron a la aldea de Popotla, muchos de ellos haciendo parte del tramo final de los dos últimos canales a nado.

La retaguardia española se llevó la peor parte en la Noche Triste. El ataque mexica en medio de la noche provocó la confusión en esa parte del destacamento de los conquistadores. Vázquez de León y Alvarado no pudieron mantener la cohesión de las tropas. Mientras que los aztecas combatían con una inusitada ferocidad. Tradicionalmente, este pueblo guerrero hacía la guerra intentando capturar al mayor número posible de enemigos para luego sacrificarlos; en lo que se ha conocido como la guerra florida, una manera de pelear un tanto ritual si se compara con lo que hacían los europeos que buscaban aniquilar al mayor número posible de enemigos. Pues tal y como apunta Hugh Thomas en La Conquista de México, “en medio de la confusión del ataque nocturno y tal vez a causa de su ira, los mexicanos parece haber pasado por alto su antigua táctica de no matar”, y añade que aquella madrugada se deshacían de sus enemigos a pedradas.

Mural de Diego Rivera que representa Tenochtitlán. (Fuente: Wikimedia).

Muchos soldados castellanos iban sobrecargados, tanto con sus armaduras como por el tesoro. Los que caían al agua o se ahogaban, o eran capturados desde las canoas (los aztecas eran excelentes nadadores) y acababan sacrificados en los templos. Tuvieron que pelear abriéndose camino a estocadas y salvas de arcabuz y de ballesta (aunque los mexicas ya habían perdido el miedo a las armas de pólvora). La caballería fue la gran sacrificada mientras cubría la retirada de sus compañeros en la Noche Triste, la mayoría de jinetes se dejaron la vida en la huida de Tenochtitlán.

En definitiva, los conquistadores se vieron envueltos en un combate urbano como nunca habían visto pese a que algunos fueran veteranos de campañas en la Península Ibérica o en Italia. Una parte de los soldados al ver que era imposible recorrer los dos kilómetros de la calzada ante los ataques aztecas retrocedieron hasta la ciudad para hacerse fuerte en sus antiguos acuartelamientos. Al parecer y según las crónicas de los indígenas, resistieron durante un par de días, y muchos de ellos acabarían sacrificados.

Ruta de huida tras la Noche Triste. (Fuente: Wikimedia).

Los guerreros tlaxcaltecas pelearon con dureza aquella noche, sabían que los aztecas aún serían más crueles con ellos por haberse sublevado, pero también estaban mejor preparados para pelear en Tenochtitlán por su equipamiento más ligero. Como os he dicho, alrededor de unos 900 perdieron la vida aquella noche. Finalmente, Alvarado y un puñado más de efectivos de la retaguardia pudieron salvar su pellejo en la Noche Triste, aunque para algunos, el capitán abandonó a sus hombres en el momento más crítico.

Así fue, la primera gran derrota de tropas europeas en el Nuevo Mundo. Como he dicho, Hernán Cortés había cometido un gran error al meter a sus tropas en Tenochtitlán, ahora, fue su determinación la que le posibilitó salvar al contingente que le quedaba (la mayoría heridos, por cierto). Organizó a los supervivientes y los condujo hacia Tlaxcala, su aliada, a lo largo de 250 kilómetros, en una ruta hostil y peligrosa. Luego ya llegaría la batalla de Otumba y más tarde el asalto final a la capital azteca, pero eso son historias que ya explicaré otro día.

Por último, dos recomendaciones literarias. El relato corto de Arturo Pérez-Reverte, Ojos Azules, El dios de la lluvia llora sobre México, una novela de Laszlo Passuth.

11 comentarios en “La Noche Triste: Hernán Cortés tiene su Black Hawk Derribado en Tenochtitlán

  1. Hablando de las series históricas de producción española, ¿que opinas de Carlos V?

    Sugiero un tema sobre derrotas de personajes ilustres ya que siempre hablamos de las victorias (Cannas, Austerlitz, etc) y poco de sus reveses históricos.

  2. hola. Te recomiendo el libre de «Hernán Cortés, inventor de México» de Juan Miralles.
    En ese libro narra un hecho que no he leído en ningún otro libro; la salida de Cortés de Tenochtitlán es debida en parte a las predicciones de un «Brujo/Vidente» soldado español. Dicho Vidente tenía a toda la tropa en ascuas debido a que en su momento predijo unos hechos que a la postre se acabarían cumpliendo.
    La visión que contó a Cortés era de que o esa misma noche abandonaban la ciudad o al día siguiente nadie quedaría vivo para contarlo.
    Cortés básicamente le mandó a tomar por culo, pero el Vidente se fue a los Capitanes a contarles su visión.
    Los Capitanes conocedores de las predicciones pasadas del Vidente, no se lo pensaron dos veces y fueron a hablarlo con Cortés.
    Por lo visto, la discusión entre los Capitanes y Cortés fue bastante fuertecita y Cortés accedió esa misma noche a abandonar la ciudad con el resultado que todos sabemos.

  3. ARBOL DE LA NOCHE TRISTE

    “Llanto, penas, tú . . . sufriste.”

    Por el rumbo de Popotla,
    registro de historia, docta,
    persiguiendo castellanos,
    en aquellos tristes llanos.

    Enfrentando a los soldados,
    los mexicas, sojuzgados,
    les perdonaron la vida,
    en ferviente, plena, huida.

    Lancetas, dagas, rodelas,
    van dejando sus secuelas,
    imponiéndose al acero
    del invasor trapacero.

    Hernando Cortés, sangrando,
    sangre, lágrimas, llorando,
    por sus muertos, sus despojos,
    postrose, ante ti, de hinojos.

    Perdiendo, así, la entereza,
    mojó tu tersa corteza,
    con sal, de espanto, de miedo,
    pidiendo la paz, . . . sosiego.

    Por conquistas tan sufridas,
    lamer, con saliva, heridas,
    ¿tesoros?, pa’ Los Remedios,
    españoles, sus misterios.

    Aliados de Tlaxcaltecas,
    rivales de los Aztecas,
    con enemistad a ultranza,
    preparando la venganza.

    “Amigo, de mi enemigo”,
    ¡Dios bendito, otro enemigo!,
    aquel que condona, pierde,
    tu follaje era . . . muy verde.

    Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
    México, D. F., a 30 de junio del 2016
    Reg. SEP Indautor No. (en trámite)

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