Vlad III de Valaquia: empalador y héroe

Uno de los estrenos de cine destacados de este otoño ha sido Drácula, la leyenda jamás contada, donde se pretende establecer los orígenes del vampiro vinculándolos al príncipe Vlad III de Valaquia, en quien Bram Stoker se inspiró para crear su inmortal novela. Trata de reinterpretar al personaje como a un héroe con cierto toque oscuro, un Batman en la Europa Oriental del siglo XV.

Debo decir, que aunque como entretenimiento palomitero pueda tener cierta eficacia, Luke Evans no logra en 90 minutos proyectar una imagen de temible voivoda medieval, cosa que a Gary Oldman le bastó con unos pocos minutos en la mítica introducción de la película de Coppola. Pero en definitiva, ¿hay algún rastro de heroísmo en la vida del despiadado Vlad?

Se ha escrito mucho sobre la crueldad de Vlad Tepes. Su gusto por empalar a miles de enemigos, y otras crueldades como las torturas y desmembración de enemigos (muchas veces el príncipe valaco aprovechaba para hacer un banquete mientras sus enemigos sufrían tales tormentos). Dejando de lado que Bram Stoker lo convirtiera en un sanguinario ser de ultratumba, la mala fama de este noble le viene de publicaciones del siglo XV, especialmente en Alemania.

Pero en Europa Oriental y básicamente en Rumanía se le ve como a un auténtico héroe nacional. Una especie de defensor del país antes de que cayera bajo el dominio turco en el siglo XV, y que duraría hasta el XIX. Poco después de su muerte, lo que en otros lugares se interpretaba como crueldad, era visto como un líder firme, no sólo ante los otomanos, sino que también castigaba a los que quebrantaban la ley sin distinguir entre nobles o plebeyos.

Archiconocido retrato de Vlad III de Valaquia. (Fuente: Wikimedia).

Como siempre, juzgamos hechos del pasado con ojos del siglo XXI. Nadie duda del comportamiento sanguinario de Vlad III, pero en su momento no le impidió tener ilustres alianzas. Por ejemplo, tras la caída de Constantinopla, el papa Pío II hizo un llamamiento a una cruzada contra los otomanos, pero sólo acudieron nuestro príncipe valaco y el rey de Hungría, Matías Corvino.

Aunque la Cruzada quedó en papel mojado ante la ausencia de las grandes potencias cristianas, Pío II bendijo (y dio dinero) la guerra de Hungría y Valaquia contra los otomanos. Por cierto, Vlad utilizó como casus belli la demanda del sultán Mehmet II de que pagara un tributo en dinero y entregara a 500 reclutas para luchar junto a los otomanos… os sonará si habéis visto la película.

En esta campaña, Vlad realizó una de sus acciones más célebres. Un ataque nocturno contra el campamento del ejército otomano en Targoviste. El objetivo era llegar a la tienda del propio sultán, y asesinarlo. Aunque los valacos infligieron importantes bajas, no pudieron acabar con Mehmet II, quien reaccionó intentando asediar la capital, pero se acabaría retirando al contemplar la imagen de 20.000 hombres suyos empalados. Por cierto, esta batalla la recoge Víctor Hugo en su poema La Leyenda de los Siglos. Como bien apunta Javier Sanz en su blog Historias de la Historia, el Papa no hizo ascos a los métodos «extremos» del Empalador.

Cuadro del pintor rumano Theodor Aman sobre el ataque nocturno en Targoviste. (Fuente: Wikimedia).

Siguiendo con el siglo XIX, esa época de creación de tantos mitos nacionales, los poetas rumanos tampoco perdieron ocasión de recordar a su héroe. Mihai Eminescu recuperaron la figura del Empalador antes que Stoker para presentarnos a un fiero guerrero, cuyos estrictos métodos eran justificables por la extrema gravedad del momento y el temible enemigo al que se enfrentaba (el Imperio Otomano vivía su época de máximo esplendor).

La imagen benigna de Vlad en Rumanía se prolongó durante casi todo el siglo XX. De hecho, la novela y las películas que hablaban del mito vampírico solo tuvieron difusión tras el final de la dictadura de Ceausescu en 1989.

Para acabar, nótese que en todo momento me he referido a la tierra de Vlad como Valaquia. No gobernó en Transilvania. Bram Stoker escogió este territorio porque consideró que su significado (más allá de los bosques) resultaría más atractivo para su novela. Como lectura recomendada para quien quiera conocer mejor a este personaje histórico es fundamental Dracula Prince of Many Faces de Radu Florescu y Raymond T. McNally. Florescu falleció este año, y su trabajo en 1972 rescató la figura del noble de quedar bajo la sombra del vampiro.

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