¿Puede una composición musical ayudar a una ciudad a resistir un asedio? Eso parece si miramos la historia de la Sinfonía nº7 de Dimitri Shotakovich interpretada durante el asedio de Leningrado (1941-1944), que ha quedado en un segundo plano para el gran público, si lo comparamos con el de Stalingrado; pero que fue aún más despiadado, si cabe, en especial para los civiles que lo parecieron. En total, fueron 900 días de cerco y más de un millón de muertos entre la población (y una cifra similar de bajas entre el Ejército Rojo).
Ahora la historia se ha recuperado con el libro Leningrado: asedio y sinfonía (Galaxia Gutenberg, 2015) de Brian Moynahan.

Shotakovich recibió el encargo del gobierno de componer una sinfonía poco después del inicio de la invasión alemana de la URSS el 22 de junio de 1941. Había trabajado ya en la creación de temas patrióticos durante la Guerra de Invierno contra Finlandia, pero este músico no había podido escapar a la sospecha y al miedo durante las purgas stalinistas. Su mala visión, evitó que fuera al frente.
En un principio, Shotakovich quería permanecer en Leningrado pese al asedio, aunque las autoridades lo obligaron a salir de la ciudad, e instalarse en Samara para seguir en un trabajo de composición.

La sinfonía se interpretó por primera vez en Moscú, el 5 de marzo de 1942, y rápidamente se convirtió en un gran éxito por sus notas que evocaban a la épica de la resistencia, incluso fuera de la URSS. Pero hacía falta interpretarla en la propia Leningrado, ciudad que homenajeaba.
Los residentes acogieron con entusiasmo la idea, pese al hambre, los bombardeos y las enfermedades. Se escogió al director de orquesta Karl Eliasberg, pero no había orquestas en Leningrado. Tuvieron que buscar músicos debajo de las ruinas. Incluso se hizo un llamamiento al frente para recuperar a quien pudiera tocar un instrumento. También se ofrecieron más raciones a quien demostrara capacidad para interpretar. Poder realizar los ensayos se convirtió en una auténtica epopeyaFinalmente, y con una orquesta muy mermada, se estrenó la Sinfonía nº 7 de Shotakovich en Leningrado el 9 de agosto de 1942. Como figuras fantasmales, los habitantes de la ciudad acudieron a escucharla. Mientras que la artillería del Ejército Rojo machacó las posiciones alemanas para evitar que atacaran el teatro donde se iba a interpretar. Stalin ordenó que se retransmitiera por la radio para que la escuchar todo el país y los nazis. Era un manera de decir, aquí estamos, y aquí resistimos.
El público escuchó la Sinfonía nº7 en silencio, atentos, y al final estallaron en aplausos. La población de Leningrado la había hecho suya, y tras meses de horror (habían visto los cuerpos de sus vecinos amontonarse en las calles), podían disfrutar de un concierto. Stalin lo vio como una victoria propagandística, pero Shotakovich quería devolverle la humanidad a su ciudad.