Como os comentaba el otro día, aquí está la segunda parte de la serie de posts dedicados a la primera Navidad de la Segunda Guerra Mundial (originariamente debería ser un artículo para prensa). Como veréis saltamos de los frentes de batalla a las capitales de Francia, Reino Unido y Alemania, así como a los países que ya habían quedado bajo la ocupación nazi.
París y Londres eran una fiesta
Pese a las noticias que llegaban de batallas navales en mares lejanos, Londres y París se preparaban para vivir unas Navidades aparentemente sin una excesiva preocupación por la guerra. Contrastando con el temor que se vivió los primeros días de la guerra, cuando se creía que la Luftwaffe atacaría sin piedad las dos ciudades.
Por ejemplo, el temor a estos ataques llevo a que en el sur de Inglaterra se evacuaran tres millones y medio de personas en la Operación Pied Piper. Principalmente eran niños, mujeres embarazadas, discapacitados, profesores y personal de atención. Se trata del mayor movimiento de población británica hasta la fecha.
Pero a medida que pasaron las semanas, parisinos y londinenses vieron que no se produjeron esos temibles ataques fueron perdiendo el miedo. La llegada de las Navidades fue otra buena razón para intentar aparentar la mayor normalidad posible pese a que llegaban noticias de lejanas batallas.
Por ejemplo, en la capital francesa los cafés y cabarets comenzaron a llenarse de gente. Como explica Antony Beevor en su libro La Segunda Guerra Mundial la canción más popular del momento era Paris será toujours Paris, que habla de la belleza de la Ciudad de la Luz pese a que se viviesen tiempos difíciles como los que se presuponían en tiempos de guerra.
Mientras que de cara a la Navidad los habitantes de París mantuvieron las costumbres tradicionales. El gobierno se hacían llamamientos para que se hicieran regalos a los soldados en el frente, en un intento de aumentar el patriotismo y el sentimiento de unidad entre militares y civiles.
Saltando al otro lado del Canal, en Londres aunque había desaparecido el miedo a los bombardeos entre la población, las autoridades mantenían una estricta normativa sobre mantener las luces apagadas en las calles durante la noche para evitar que sirvieran de guía a un hipotético bombardeo alemán. Esto provocó que aumentaran los accidentes y atropellos a niveles estratosféricos, en los últimos cuatro meses de 1939 murieron dos mil personas por estas causas.
Además del riesgo de accidentes, las restricciones de luz también obligaban a limitar la iluminación navideña en las calles y comercios. Con todo, el gobierno de Neville Chamberlain decidió conceder una especie de tregua a sus ciudadanos y no aplicaron ningún racionamiento a los alimentos. Eso sí, se anunció que a partir de enero habría algunas restricciones como el consumo de bacon y mantequilla.

Pese a todo, los británicos parecían no estar tan preocupados como su gobierno. Lo cierto es que el anuncio de racionamiento con la llegada de 1940 animó a muchos ciudadanos a disfrutar al máximo de las Fiestas Navideñas. Esta intención tuvo su reflejo en que los hoteles y restaurantes más lujosos de Londres, como el Savoy o el Ritz, tuvieron las reservas llenas para las fiestas y cenas de aquellos días.
Los ejes comerciales londinenses acogían a muchos ciudadanos, y eso que las tiendas tenían los escaparates tapiados, para evitar que se rompieran en caso de bombardeo. También se reabrieron los cines y teatros, que se habían mantenido cerrados por el citado temor a los ataques aéreos. Aún y así, y tal y como explicó la corresponsal de la revista estadounidense The New Yorker, Mollie Panter-Downes, la sección de juguetes de los almacenes Harrods estaba vacía, ya que muchos niños de la capital habías sido evacuados; lo que propiciaba un espectáculo un tanto deprimente, según la periodista.
Precisamente, muchas familias decidieron saltarse las recomendaciones del gobierno, y trajeron de vuelta a sus hijos. Las autoridades seguían desaconsejándolo. Pero tanto para padres como para hijos era complicado estar alejados, hoy en día aún podemos leer algunos de ellos en la web de la BBC dedicada a testimonios de la Segunda Guerra Mundial: People’s War.
Para los niños menos favorecidos y que estaban evacuados, se organizaron campañas para recoger juguetes y otros regalos, donde participaron activamente las princesas de la Casa Real británica, Isabel (la futura reina Isabel II) y Margarita.
En cuanto a los regalos más populares para los británicos aquellas Navidades fueron los uniformes de aviadores o de la Cruz Roja y reproducciones de la Línea Maginot para los niños.
Entre los adultos se vendían mucho los trajes de noche, y para ellas especialmente los conjuntos de lencería. Muchos comercios la anunciaban diciendo que era la mejor manera de recibir a los soldados que venían de permiso desde Francia.
Toda esta voluntad de celebrar la Navidad ha sido interpretada como una manera de querer alejar el fantasma de la guerra, cuando aún podía hacerse. Las siguientes celebraciones hasta 1945 se harían bajo la amenaza de las bombas o de la ocupación de los nazis.

Navidades nazis
Evidentemente, en Alemania también se preparaban para celebrar las Navidades. La noticia del hundimiento del Admiral Graf Spee fue impactante para la población, al fin y al cabo se trataba de uno de los principales buques de la marina de guerra del Reich. Con todo, la maquinaria de propaganda nazi se esforzó para animar a sus ciudadanos a que celebrasen esas fiestas.
Si uno se acercaba a las posiciones de los soldados alemanes en el frente, probablemente les escucharía cantar el villancico O Tannenbau (o árbol de Navidad) cuya letra no hace referencia a ningún elemento cristiano.
Esta canción popular del siglo XIX había sido promovida por los nazis, y otras como Noche de Paz fueron modificadas para que su letra no tuviera referencias al Cristianismo. El régimen de Adolf Hitler se esforzó por eliminar cualquier rasgo religioso en las Fiestas. Para el nacionalsocialismo, celebrar el nacimiento de Jesús suponía al fin y al cabo adorar a un niño judío.
Por este motivo, el discurso nacionalsocialista en aquellas fechas era recordar que se celebraba el solsticio de invierno, y así se pretendía evocar al pasado ancestral pagano de los pueblos germánicos.
Además de fomentar el uso de villancicos con letras poco cristianas, el popular Santa Claus fue sustituido por el antiguo dios nórdico Odín, que era el encargado de repartir los regalos, aunque ambos personajes compartían una estética muy parecida.
El árbol de Navidad también era muy popular en Alemania, se llevaron un millón de unidades a Berlín durante las Fiestas de 1939. Los nazis también quisieron modificar esta tradición promoviendo el uso de nuevas decoraciones. Por ejemplo, las estrellas en las copas fueron sustituidas por esvásticas, y las bolas llevaban mensajes nazis como Sieg Heil! (victoria eterna).
Contrariamente a los británicos, los alemanes sí que tenían sufrir el racionamiento de alimentos y otros elementos usados en Navidad, como por ejemplo las velas. Las restricciones se debían al bloqueo económico que habían impuesto los Aliados, aunque el régimen nazi las relajó para aumentar la moral de la población. La maquinaria de propaganda no paraba de recordar la aplastante victoria en Polonia, y mostrando a Hitler visitando incansablemente unidades militares por toda Alemania.
Pero la propaganda ocultaba una realidad muy cruda. Muchas familias alemanas habían recibido la noticia del fallecimiento por supuestas causas naturales de algún allegado con discapacidad. Pero pronto circuló el rumor de que habían sido asesinados por las autoridades. Las sospechas eran ciertas, y habían sido víctimas del plan Aktion T4, puesto en marcha en octubre de 1939 por orden de Hitler para acabar con quien consideraba que contaminaba la pureza de la raza aria.

Fiestas bajo la ocupación
Tampoco tuvieron una Navidad muy feliz los polacos y los checos que vivían bajo la ocupación alemana. Los primeros vieron como el 11 de diciembre como el Gobierno General (la autoridad nazi en el territorio recién invadido) decretaba que todos los judíos del territorio quedaban sujetos a un mínimos de dos años de trabajos forzados.
Una muestra de este antisemitismo violento fue la quema de la sinagoga de Siedlce (este de Polonia) por parte de las tropas alemanas. Intentaron culpar a los judíos del evento, pero fue todo una muestra de los tiempos funestos que se acercaban en Europa.
La represión nazi en Polonia también se extendió a aquellos miembros destacados de la sociedad (políticos, intelectuales, eclesiásticos,…) que podían ayudar en la formación del movimiento de resistencia.
En Checoslovaquia, los territorios del Protectorado de Moravia y Bohemia estaban bajo control alemán desde marzo de 1939 (Eslovaquia era un estado títere, teóricamente independiente). Poco a poco, entre los ciudadanos checos se fue extendiendo la costumbre de escuchar clandestinamente las emisiones de la BBC en su idioma. Habían comenzado una semana después del inicio de la guerra.
Estas emisiones eran la manera de conocer los mensajes que les lanzaban sus líderes en el exilio como Edvard Beneš. El que había sido presidente del país durante la crisis de los Sudetes y la anexión del país por parte de Alemania en 1939 lanzaba mensajes muy optimistas, asegurando que las próximas Navidades, los nazis ya habrían sido derrotados.
Con esta extraña calma, Europa se preparaba para recibir el año 1940. Pese a la aparente normalidad que muchos querían vivir habían elementos como la movilización de miles de soldados o los combates lejanos que podían presagiar el drama que se iba a desatar en primavera. En ese momento nadie era capaz de adivinarlo, pero hoy sabemos que aquel mes de diciembre Europa vivió la calma antes de la verdadera guerra relámpago.