Con el aluvión de noticias internacionales que estamos teniendo con Gaza, Irak, Siria, Ucrania… pasó un tanto inadvertido el incidente entre un caza chino J-11 y un P-8, avión de vigilancia de EEUU, a 220 kilómetros de la isla de Hainan. El primero habría realizado una serie de maniobras agresivas, lo que provocó las quejas del Pentágono por poner en peligro la integridad de su aeronave.
Una gota más en la serie de tensiones territoriales que vive esa zona del Pacífico y que aquí hemos tratado unas cuantas veces. De hecho para algunos analistas es la zona más propicia a un choque entre potencias internacionales, más allá de otros presuntamente más aparentes como Oriente Medio o Ucrania.
Sin ponerse tan alarmista, que ya sabéis que me gusta poco, lo cierto es que ya llevan un tiempo produciéndose incidentes de este tipo entre China y Estados Unidos. En 2001 hubo uno similar, cuando un EP-3 Orion se vio obligado a aterrizar en la misma isla de Hainan tras chocar con un caza chino donde el piloto desapareció y fue dado por muerto. Cinco años después un submarino chino emergió en medio del grupo de combate del portaaviones de la Navy USS Kitty Hawk. En 2009, navíos y aviones de la República Popular acosaron al USS Impeccable, un barco de vigilancia de la US Navy. O el provocador vuelo de dos B-52 en la zona de exclusión aérea de las Senkaku/Diaoyu.

Estos incidentes recuerdan los momentos más tensos de la Guerra Fría, y evocando el célebre discurso de Marko Ramius en su célebre discurso en La Caza del Octubre Rojo, algunas fuentes apuntan a que este juego es demasiado peligroso. Creen que un día puede producirse un incidente que acabe escalando en una crisis internacional más seria. Con el creciente poder naval de China, y el interés de Estados Unidos por aumentar su presencia naval en el Pacífico no es que se traten de miedos infundados.
Pero como he dicho antes, no hay que se pájaro de mal agüero. La Guerra Fría nos ofrece también ejemplos de como crear protocolos para suavizar tensiones y evitar encuentros peligrosos. Me refiero al acuerdo de 1972 entre Estados Unidos y la Unión Soviética sobre incidentes en el mar.

Ambas superpotencias llegaron a esta conclusión tras una década larga de importantes incidentes navales, y que había comenzado con el aquel pico de la Guerra Fría que fue la Crisis de los Misiles. Asimismo, y para los amigos de los paralelismos históricos, la Unión Soviética realizó un importante programa de rearme naval en los años 60 y 70 para poder contrarrestar el poderío de la US Navy.
Lo más interesante de este documento es que ofrecía un detallado protocolo a ambas partes sobre cómo actuar cuando sus buques y aviones se encontraran operando en aguas internacionales. Por ejemplo, había medidas tipo prohibición de interferir en las formaciones del otro país, prohibición de simular ataques o maniobras ofensivas, informar cuando hubiese submarinos en las cercanías… Evidentemente, continuaron produciéndose algunos incidentes y situaciones tensas en aguas contestadas, como por ejemplo el incidente de 1988 en aguas cercanas a Crimea entre el destructor USS Caron y el crucero USS Yorktown estadounidenses y diversos buques soviéticos. O cuatro años antes, precisamente el Kitty Hawk tuvo una colisión con un submarino soviético.

Pero en líneas generales, se debe considerar que el acuerdo de 1972 funcionó bien. No hubo una escalada. Un ejemplo de su éxito fue la guerra del Yom Kippur, cuando estadounidenses y soviéticos desplegaron sus barcos en el Mediterráneo Oriental para apoyar a sus aliados. Pese a la tensión del momento, no hubo incidentes significativos entre las dos superpotencias.
La República Popular y Estados Unidos tienen un acuerdo de 1998, el Military Maritime Consultative Agreement, que establece encuentros entre ambas partes para compartir información. Pero no establece unos protocolos tan claros de actuación ante un incidente. Tanto Washington como Beijing deberían tomar buena nota de lo bien que funcionó el Acuerdo de 1972. Está claro que deberían sumarse otros países como Japón, Vietnam o Filipinas, que se siente amenazados por las ambiciones marítimas de China.