Hablando con amigos de la posible intervención en Siria, muchos me han comentado por qué EE.UU se ha escandalizado por el uso de armas químicas, pero no le ha importado que durante dos años se estuviera matando a civiles con munición convencional. Ya mencioné la cuestión en el post anterior, pero me gustaría profundizar más visto que es un tema tan recurrente. Como podréis ver, siempre ha habido un trato hipócrita en todo lo relacionado con el armamento NBQ.
La siniestra fama de estas armas hay que buscarla en la Primera Guerra Mundial., tal y como nos cuenta Foreign Affairs Los británicos desataron una campaña de propaganda cuando los alemanes las comenzaron a utilizar a partir de 1915, durante la segunda batalla de Ypress. El objetivo era ganarse las simpatías de los estadounidenses, y Londres incluso exageró las cifras de bajas. Según cálculos más actuales, en el Frente Occidental sólo supusieron entre el 2% y el 3% de los caídos en combate.

En términos militares, los altos mandos se dieron cuenta de lo que iba a ser una constante. Las armas químicas no son un multiplicador eficiente de la fuerza de combate de las unidades en el campo de batalla. También dificultan las operaciones ya que hay que proteger a las tropas propias con incómodos trajes, dependes del clima, y en ocasiones hace falta manejar enormes cantidades para conseguir los efectos deseados.
Los estados europeos parecían tan horrorizadas por las armas químicas que firmaron una serie de acuerdos que trataron en el Protocolo de Ginebra de 1925 que ratificaba su exclusión, y se resaltaba que no deberían usarse contra los civiles. Se pretendía dar cierta imagen de reglas de guerra para conflictos entre países ‘civilizados’.
Eso sí, estamos en años de colonialismo, y las potencias europeas no mostraron ningún reparo en atacar con armamento químico a pueblos que consideraban como inferiores. Los británicos lo hicieron contra los afganos y en Iraq, los españoles en la guerra del Rif y los italianos en Libia y Abisinia. Tampoco hay que olvidar que fuera un monopolio europeo. Los japoneses también veían como inferiores a los chinos durante el ataque del Imperio del Sol Naciente a China a finales de los años 30.
En la Segunda Guerra Mundial los agentes químicos no se usan masivamente en combate pero sí en el Holocausto. Los estrategas militares en general veían poca utilidad y ambos bandos temían la represalia del enemigo. Aunque se llegó a plantear en casos extremos como por ejemplo la posible invasión de Gran Bretaña (tanto alemanes como británicos consideraron su uso).
Con todo, merece destacar el bombardeo alemán sobre el puerto de Bari en 1943. Los aviones de la Luftwaffe hundieron un carguero estadounidense, el John Harvey, que transportaba gas mostaza. Murieron 83 marinos y más de 600 resultaron heridos. Pero los mandos aliados ocultaron la presencia de armas químicas en el buque por temor a que los alemanes pensaran que preparaban un ataque químico y decidieran lanzar una acción preventiva también con estas armas.
En la Guerra Fría parecía que el terror de las armas químicas quedaba eclipsado por el temor a las bombas nucleares. Pero las superpotencias supieron darle un buen uso en sus operaciones contra insurgencia. Se ha escrito mucho sobre los efectos nocivos del agente naranja en Vietnam usado por Estados Unidos. La URSS tampoco se libra, y hay indicios de que pudo utilizar este armamento en Afganistán, no hay pruebas concluyentes, pero sí se ha demostrado que los soviéticos investigaron intensamente en este campo, así que no sería descabellado pensar que lo usaran en un campo de batalla.
El último caso a tener en cuenta fue Sadam Hussein. En un primer momento pensó que las armas químicas podían ser útiles para contrarrestar las grandes ofensivas iraníes y para prepara sus propios ataques en las guerra entre 1980 y 1988. Tampoco hay que olvidar que también se usaron en las masacres contra kurdos. Solo hay que recordar que el régimen de Bagdad era el amigo de Occidente por entonces.

Las recientes revelaciones de Foreign Policy han añadido más luz al apoyo estadounidense al dictador iraquí para hacerse con su arsenal, y cómo facilitaron información para que luego se gasearan a las tropas iraníes en las ofensivas que pusieron fin a la guerra en 1988. Las fuentes varían, pero algunos hablan que unos 20.000 soldados de Teherán murieron y otros 90.000 aproximadamente resultaron heridos por los gases.
En 1997 se volvió a ratificar la prohibición internacional de las armas químicas con la firma de la Chemical Weapons Convention (CWC). Aquí también se hace hincapié en evitar la proliferación. Por cierto hay cinco países que no han ratificado este acuerdo: Angola, Sudán del Sur, Corea del Norte, Egipto y Corea. Damasco siempre ha dicho que no lo haría hasta que Israel no desmantelara su arsenal nuclear y firmara el Tratado de No Proliferación.
Como veis, siempre ha habido cierta hipocresía en como se han tratado a las armas químicas. Son armas inútiles a la hora de luchar contra un ejército con cara y ojos, pero son letales sobre población civil. Hasta ahora había cierta sensación de que cuando se utilizaban, se traspasaban ciertas líneas y se violaban ciertas normas. El problema es que en Siria llevan más de dos años de matanzas de civiles, y todos ya teníamos la sensación de que hacía mucho que ya no había reglas.