Argo ha sido la gran triunfadora de la gala de los Oscars. Ha sido una auténtica tapada. Al menos, en un principio parecía que tenía poco que hacer frente a las grandes apuestas de la industria de Hollywood como Los Miserables o Lincoln. Aunque esté año los premios de la Academia han sido como el Gordo de Navidad cuando mola: han quedado muy repartidos. Personalmente, me alegro por el triunfo de Ben Affleck, me gustó la película, y consideró que tiene un ritmo narrativo ágil que la convierte en una historia que se deja ver muy bien.
Históricamente la película es bastante fiel a los hechos. Aunque tiene un punto rocambolesco – planear la filmación de una película de ciencia ficción en medio de la Revolución Islámica en Irán para salvar a unos diplomáticos ocultos en Teherán-. Solamente varía el final, por exigencias del climax en el final de una producción cinematográfica.

Políticamente, en Twitter ya he visto alguna lectura más. Como un apoyo de la política estadounidense en demonizar a Irán. Aunque la propia Argo muestra las relaciones entre la CIA y Hollywood, la película que parecía contar con las bendiciones de las altas esferas era Zero Dark Thirty (aunque luego se montó la marimonera con las torturas).
En este caso Argo ayuda a quitar los fantasmas del pasado. A los estadounidenses les gusta recordar grandes historias, y la de los diplomáticos que pudieron escapar de Irán fue una que les levantó el ánimo en momentos pésimos. La crisis de los rehenes ahondaba en la herida al orgullo patrio. Eran los años tras el fracaso de Vietnam, y la toma de los rehenes en la embajada de Teherán fue una puntilla más. El mundo se volvía hostil para Estados Unidos, y eso podía ser fatal en la pugna que mantenía con la Unión Soviética.

La historia de Argo luego se truncó. El presidente Carter fracasó con la operación de rescate del resto de rehenes en la embajada, y perdió las elecciones frente a Reagan, pero por lo menos es de lo poco que pueden sentirse orgullosos en su acciones frente a la República Islámica. Además del fracaso de sus comandos, también hay que recordar el terrible derribo de un avión de pasajeros iraní por parte de un buque de guerra estadounidense en 1988, cuando lo confundió con una aeronave militar y causó 290 muertos (se habían producido escaramuzas entre fuerzas navales de ambos países en la Operación Mantis Religiosa).
No creo que Argo haya sido propaganda. Al fin y al cabo, su productor George Clooney no ha tenido problemas en denunciar en otras ocasiones los abusos del poder. Sí que ha gustado porque es una historia de espías, es más limpia que Zero Dark Thirty. Al fin y al cabo se trata de una operación de ingenio y no de fuerza bruta. Más allá de banderas, la historia es interesante de conocer por su originalidad, supongo que habrá quien sospeche del pérfido papel que se da a los iraníes (al fin y al cabo, han anunciado que harán su versión). Pero como siempre, la objetividad es ese objetivo que a veces parece tan esquivo.
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Esta vez comento si tras Argo está o no la mano de la Casa Blanca. ¿Propaganda contra Irán?