Sin duda las cuestiones de ciberseguridad comienzan a ocupar un lugar más destacado en los planes de seguridad de los gobiernos. Los medios de comunicación cada vez le prestan más atención, aunque más de uno va perdido. Aquí hace un año que ya hablé de la ciberguerra. La prensa española se empezó a interesar algo más por la cuestión a raíz de que Israel utilizara el virus informático Stuxnet para sabotear las centrifugadoras de uranio iraníes.
Tranquilos de momento no os voy a dar más la tabarra con iraníes e israelíes. Cambio radical de tercio. Este mes de diciembre nos ha traído una nueva filtración de Wikileaks, ha sido más discreta que el célebre Cablegate de hace un año. Me refiero a los Spyfiles, datos sobre el jugoso negocio de la industria del espionaje electrónico que factura unos 5.000 millones de dólares anuales y va subiendo. Más concretamente, me refiero a todos aquellos sistemas de seguimiento y rastreo de comunicaciones en Internet, teléfonos móviles,…
Si estos dispositivos se utilizaran para perseguir a los malos -terroristas, mafioso, pederastas,…- no habría problema. El problema y tal y como se destila de la documentación de Wikileaks es que muchas de estas compañías venden sus productos a regímenes dictatoriales para que persigan a disidentes que suelen tener la manía de pedir democracia.

El caso más paradigmático presentado por Wikileaks es el de la empresa francesa Amesys que vendió esta clase de material para espiar las comunicaciones en Internet de los disidentes que han acabado siendo los dirigentes de la nueva Libia.
Realmente la historia que presenta la organización de Assange tampoco es nueva. Cuando comenzó la revuelta en Siria, apareció la información de que una empresa estadounidense, Bluecoat, había vendido material a Assad y sus secuaces.
En este sentido, pero sin vincularse a las revelaciones de Wikileaks, la revista Foreign Policy publica este artículo, Hacking the Revolution, sobre cómo las empresas estadounidenses venden material de espionaje para regímenes dictatoriales –en la líne del Spyfiles- pero señalando que estas transacciones pueden ser un torpedo en la línea de flotación de la política de la Casa Blanca para promover la libertad en Internet.
Conviene recordar que Hillary Clinton ha hecho de esta voluntad uno de los pilares para promover la democracia en el mundo, como deja claro en sus tradicionales discursos sobre la libertad en Internet.
Curiosamente en el artículo se apuntan algunas soluciones a lo que ha revelado Wikileaks, mientras se publica todo esto y en medio de otras batallas en el Congreso de EEUU y el Senado, se está debatiendo la aprobación de la Global Online Freedom Act, donde se pretende prohibir la comercialización de este equipo de material a los regímenes dictatoriales.