El 20 de octubre ha sido un día intenso informativamente hablando. Tenía pensado escribir sobre otra cosa, pero la muerte de Gadafi obliga. Aunque en ocasiones he dicho que me quiero desvincular de la estricta actualidad, creo que merece la pena detenerse a analizar el personaje y en qué posición queda Libia.

Lo primero que puede venir a la cabeza es que se ha acabado la guerra y ahora toca la consolidación de la democracia. Pero si nos detenemos un momento, conviene tener presente ciertas precauciones. Entre los «rebeldes» parece que hay grupos próximos a Al Qaeda, ya que han dado que hablar estos meses. Tampoco hay que olvidar que el país no tiene una tradición democrática, por lo que hay que ver cómo evolucionan ciertas disensiones entre las facciones.

También es bueno apuntar como queda África después de Gadafi. Nos guste o no, era una mezcla de matón de barrio y de iluminado con delirios africanistas. Su figura en el seno de la Unión Africana ha contenido los delirios de tiranos y la inestabilidad de otros países como el Chad, República Centro Africana, Níger, Guinea Conarky… Gadafi era el tipo al que tener en cuenta para manejar los asuntos en las relaciones internacionales del Continente Negro. ¿Quién tendrá ese papel ahora?

Con Gadafi fuera de combate, ahora los ojos están puestos en Yemen y Siria. Al-Saleh podría tener un destino similar, de hecho le fue de poco, por la violencia con la que se está caracterizando el conflicto yemenita. Pero sin duda, todo el mundo piensa en Assad en Damasco. ¿Irá la OTAN a por él? Atacar al régimen de Damasco incendiaría Oriente Medio -es probable que Iran interviniera de una manera u otra-, y tal como están las cosas entre Israel y Palestina, a la Alianza Atlántica no le interesa agitar el avispero.